Estamos
frente a un proyecto cuyo núcleo fundamental está marcado por la característica
de establecer un procedimiento que legaliza, despenaliza y –entendemos– promueve la realización de
abortos en nuestro país.
Este
proyecto supone la desprotección del derecho a la vida de los seres humanos
concebidos, desde la concepción misma hasta las 12 semanas o 14 semanas, según
las condiciones, y aún después en determinadas circunstancias.
La ciencia nos revela que existe vida humana
en la etapa de gestación y desde el momento mismo de la concepción.
Los
avances de la investigación científica en el campo de la biología, como la fecundación
in Vitro y la secuenciación del genoma humano (ADN), nos confirman lo afirmado
anteriormente.
Este
nuevo ser se individualiza de tal manera que no cabe duda que estamos frente a
un nuevo individuo de la especie humana ya que constituye en sí mismo una
novedad biológica como una unidad, con continuidad y con autonomía.
En
consecuencia ese ser tiene, desde el momento mismo en que se funden los núcleos
de las células germinales, una
información genética única, y distinta a cualquier otra existente.
En
esa individualidad biológica tenemos claramente una unidad, un todo compuesto
de partes organizadas, con un centro coordinador –que es el genoma– y que va
dirigiendo las sucesivas fases en forma armónica.
Tenemos
otro elemento marcado por la continuidad, ya que todo su desarrollo está
previsto en el genoma, no existiendo ningún salto cualitativo desde la
fecundación misma y hasta la muerte de ese individuo. Desde la fecundación
existe un individuo que se va desarrollando de manera continua. Como lo afirma
el filósofo Julián Marías es una “realidad viniente” desde la concepción y que
no se acaba con el nacimiento sino que “el hombre es siempre una realidad viniente,
que se va haciendo y realizando, alguien siempre inconcluso”.
Otro
elemento característico es la autonomía,
ya que todo ese proceso biológico se desarrolla en forma autónoma a partir de que,
en su genoma, está incluida toda la información necesaria para dirigir los
procesos de ese embrión, estableciendo
ese “diálogo químico” con su madre y requiriéndole lo que necesita para su
desarrollo en cada etapa.
Desde
el ámbito científico, tenemos entonces los elementos para reconocer que desde
el momento de la fecundación, el cigoto combina los cromosomas del óvulo con el
espermatozoide, creando una realidad completamente distinta, nueva, donde
comienza una intensa actividad celular de especialización, que permite
determinar que parte de esa microscópica realidad terminará convirtiéndose en
cerebro, en corazón, en columna vertebral y en músculos de ese nuevo ser.
Esa
realidad microscópica ya es un nuevo ser humano, único, irrepetible,
independiente, que posee toda la información genética para desarrollarse hasta
que llegue a ser una persona adulta.
Como
lo expresamos en el informe en minoría que presentamos junto al diputado Javier
García, ya existen normas en nuestro ordenamiento jurídico que claramente
establecen protecciones a derechos del ser humano desde la concepción misma.
En
nuestro Código Civil, el artículo 21 establece que “son personas todos los
individuos de la especie humana….” y luego en el Titulo IV del Libro Primero,
al regular la Paternidad
y la Filiación ,
en los artículos 215 a
220 se establecen diferentes plazos en los que se tiene en cuenta el momento de
la concepción, calificando la misma a
los efectos de establecer la legitimidad, filiación y acciones judiciales que
se pueden o no iniciar según esos plazos.
En
esa misma dirección y a la hora de establecer los derechos sucesorios, el mismo
cuerpo normativo en su art, 835 establece la incapacidad para adquirir por
testamento de los no concebidos así como para los que concebidos no nacieren
viables, concluyéndose claramente la legitimidad sucesoria del concebido en su
carácter de individuo de la especie humana tal como se determina en el art. 21
antes mencionado.
En
otra norma recientemente consagrada, la ley 17.823 de 7 de setiembre de 2004,
denominado Código de la Niñez
y la Adolescencia ,
se reconocen también derechos del concebido y el art. 1º, donde se establece el
ámbito de aplicación de la propia ley a los seres humanos menores de 18 años de
edad.
En
su artículo 46, incluido en el capítulo que regula las prestaciones
alimentarias, se garantiza el derecho a alimentos desde la concepción misma, mientas
se encuentre en el vientre materno y obviamente después.
También
el Código de la Niñez
establece el derecho para el concebido en relación a la investigación de la
paternidad ya que el art. 198 establece
que desde que se constata la gravidez se puede iniciar la acción judicial
correspondiente.
La
ley número 15.977 de 14 de setiembre de 1988, por la que se crea el Instituto
Nacional del Menor, luego denominado INAU por la ley 17.823, establece los
cometidos del Instituto incluyendo en su artículo 2 que debe “Asistir y
proteger a los menores moral o materialmente abandonados, desde su concepción
hasta la mayoría de edad”.
Por
otra parte, existen una serie de normas
originadas en compromisos internacionales en las que se protegen o reconocen
derechos desde la concepción misma, tal como la Convención sobre los
Derechos del Niño, ratificada por Ley 16.137 de 28/9/1990, particularmente sus
artículos 6 y 24; el Protocolo de San Salvador, adicional a la Convención Americana
sobre Derechos Humanos, ratificada por ley 16.519 de 22 de julio de 1994,
especialmente en su art. 15.
Y
por supuesto que una mención especial nos merece la Convención Americana
sobre Derechos Humanos, el Pacto de San José de Costa Rica,, ratificado por
nuestro país por ley 15.737 de 8 de marzo de 1985.
Esta
Convención establece en su artículo 4
que “Toda persona tiene derecho a que se respete su vida. Este derecho
estará protegido por la ley y, en general, a partir del momento de la
concepción”.
Estamos
frente a la consagración de normas que
garantizan la protección de los Derechos Humanos y del “Primer Derecho”, el derecho a la vida,
sin el cuál, carece de sentido la protección de todos los demás, y sobretodo en
los seres Humanos de mayor
vulnerabilidad, de los más indefensos, aquellos que aun se encuentran en el vientre materno,
aquellos que no tienen voz.
Partimos
de la base que nuestra Constitución no
consagra el derecho a la vida de todo ser humano porque él no depende de la
voluntad del constituyente ni de la
Nación ni mucho menos del Estado, sino que es inherente a la
personalidad humana. Lo que si nuestra Constitución hace es reconocer ese
derecho y a través de la legislación debemos garantizar – y este proyecto va en sentido contrario- los elementos necesarios para que el goce de
ese derecho sea efectivo desde el momento mismo de la concepción.
No voy a referirme a los argumentos expresados
por los Doctores Gross Espiel y Martin Risso con los que estoy plenamente de
acuerdo dado que ya se ha referido a los mismos el Diputado Javier Garcia y en
consecuencia seria redundante reiterar esos argumentos
Con
la aprobación de ésta norma entonces, estaríamos violando la Constitución de la
República, desconociendo compromisos internacionales asumidos por el país en
relación a Derechos Humanos y derechos del niño, pero por sobre todo,
estaríamos cruzando un límite en relación a la valoración que le damos como
sociedad a la protección de la vida humana, introduciendo un cambio cualitativo
de gran trascendencia.
Esta
discusión que damos hoy aquí, es reconocida por todos, que tiene sus
motivaciones internacionales.
Aunque
el artículo 1° de la ley quiere subrayar que “la presente norma no constituye
un control de nacimientos” resulta más que evidente que es una herramienta de
control poblacional y más concretamente de los sectores más vulnerables.
No
es por casualidad que el Fondo de Población de Naciones Unidas es el gran
propulsor y financiador de estas estrategias que intentan garantizar como
derecho el acceder a servicios seguros de aborto brindados con calidad y
respeto.
En 1974,
el Consejo de Seguridad Nacional de EEUU promulgó “El Informe Kissinger” que,
presentó de forma explícita y detallada una estrategia, para que se promoviera
a toda máquina el control demográfico en los países en desarrollo, con el
objeto de acceder con mayor facilidad a los recursos naturales de esos países.
Según
dicho Informe los elementos para implementar los programas de control
demográfico podrían incluir entre otros la legalización del aborto y los
incentivos económicos para que los países aumentasen sus índices de práctica de abortos y
esterilizaciones.
Asimismo
el Informe Kissinger estableció que EEUU encubriría sus actividades
anti-natalistas, para evitar acusaciones de imperialismo, induciendo a la ONU para que a través de
varias organizaciones no gubernamentales (ONGs) realizaran esta labor.
Corroborando el cumplimiento de esta estrategia, vemos que en los “Objetivos de
Desarrollo del Milenio de la ONU ”
se plasman medidas de contención demográfica como la despenalización del
aborto.
Rechazamos
enérgicamente esta ideología neo-maltusiana que - como dice el Dr. Yuri Mantilla, jurista
internacional comprometido con la defensa de la vida- “pretende resolver
problemas sociales y económicos disminuyendo la población de las naciones.
Estos argumentos son especialmente dirigidos a reducir poblaciones de países
que son considerados “sub-desarrollados” y que tienen poblaciones
“atrasadas.” Entonces se pretende
disminuir el número de personas Latino Americanas para resolver problemas
socio-económicos y –en ese contexto- Uruguay se ofrece como plataforma de
promoción e influencia en el resto del continente.
Esta perspectiva no
solamente es racista, sino también que es contraria a la evidencia sociológica
que demuestra la importancia del capital humano para el desarrollo socio-económico
de las naciones.
Un
tema no menor y permanente en toda la discusión ha sido lo referente a las
posiciones éticas, filosóficas o religiosas que están presente
irremediablemente en éste debate y que en oportunidades percibimos como
incomodan a algunos, que pretenden quitarlas de la discusión.
Lo
dijimos en el ámbito de la Comisión y lo reiteramos aquí: es un tema de tanta
trascendencia no podemos desconocer las concepciones, principios filosóficos o
religiosos que nos inspiran como individuos y en la suma como sociedad, sino
precisamente debemos sumarlos e integrarlos a lo que serán las normas que nos
han de regir en nuestra convivencia.
Me
parece discriminatorio cuando se intentan desacreditar las posiciones y
fundamentos de temas tan trascendentales como estos en relación a su origen en
posiciones religiosas o filosóficas. Yo que me identifico como cristiano tengo
una fuerte influencia de esa posición, y al margen del dogma, doctrina o
liturgia, tengo una cosmovisión cristiana de la vida que no puedo ni debo
tratar de ocultar o maquillarla. Me parecería deshonesto hacerlo e injusto y
discriminatorio ser obligado a ello.
En
esa concepción de la vida, rescato el poema que escribiera hace unos 3000 años,
un pastor que luego fue gobernante, hijo de Isaí de la tribu de Judá, el rey
David escribió a su Creador:
“Porque tú formaste mis entrañas;
Tú me hiciste en el vientre de mi madre... No fue encubierto de ti mi cuerpo, Bien que en oculto fui formado,
Y entretejido en lo más profundo de la tierra. Mi embrión vieron tus ojos, Y en
tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin
faltar una de ellas.”
Entre
paréntesis, debemos decir que cualquier similitud de ese último párrafo con el
ADN o la secuenciación del Genoma, debemos decir que no es “mera” sino que es
absoluta y ajustada coincidencia.
Resalto,
rescato y defiendo esa posición de entender que allí hay un ser humano y
debemos protegerlo como sociedad; pero también defiendo el derecho del resto de
las posiciones religiosas o filosóficas creyendo que son la suma de todas y sin
exclusiones por donde debemos transitar para darle fundamentos a nuestro
ordenamiento.
Porque
como también lo dice Yuri Mantilla: Las
leyes de las naciones reflejan perspectivas filosóficas de la realidad. Es por
esto que no son neutrales. No son simplemente un conjunto de normas que regulan
las relaciones jurídicas de los individuos en un país. El Derecho es también un
lenguaje que refleja conceptos filosóficos y por esto, las leyes acerca del
derecho a la vida son de especial importancia.
No
podemos compartir la afirmación realizada en el propio informe en mayoría sobre
que lo ideal –como en otros países se ha
hecho– es buscar soluciones pragmáticas que dejen de lado las cuestiones de
índole filosófico, religioso o científico.
Aquí
se está claramente adoptando una posición cargada de fundamentos de una nueva
ética, que se quiere imponer, y donde se relativiza el valor de la vida humana
(la del concebido), dejándolo librado a la voluntad de otro ser humano (la
madre, el juez o eventualmente los abuelos).
Según
el propio informe en mayoría señala, el proyecto en discusión “Acepta por ello el valor del concebido, sin
ahondar en los matices -o incluso las diferencias profundas-, con que cada
tradición ética o religiosa lo defiende, pero complementa la mirada atendiendo
a ciertas circunstancias excepcionales que obligan al Estado a velar también
por los derechos de la mujer”.
Discrepamos
radicalmente con esa afirmación. Aquí el concebido pierde toda posibilidad de
protección en su derecho más fundamental que es su propia vida y además el
padre, que contribuyó a la gestación de esa criatura, no tiene ningún tipo de
participación en la decisión que puede terminar con esa vida.
En
tiempos de globalización (cuando se toman decisiones de importancia histórica y
estratégica en un país) acerca de temas tan importantes como el respeto a la
vida humana, estas tienen una influencia en otras naciones. Este es
especialmente el caso cuando en el contexto regional se toman decisiones que
cambian la cultura, leyes y normas morales de una nación.
En
el contexto de América Latina, la posible legalización del aborto en Uruguay
tendría influencias muy negativas en la región. Este es el caso porque
Uruguay podría ser uno de los primeros
países en legalizar el aborto contrariamente al consenso histórico, cultural y
legal de los países de América Latina que reconocen el derecho a la vida desde
el momento de la concepción.
Un
capítulo especial merece la situación del ser humano que teóricamente se
pretende fortalecer con esta norma y estos principios que se pregonan en ella:
la mujer.
Nosotros
no dudamos en afirmar que la posición de víctima de la mujer lejos de mejorar
se torna más difícil y más vulnerable con ésta norma.
En
su art. 5 dice los servicios de salud deberán: promover la formación permanente del
equipo profesional interdisciplinario especializado en salud sexual y reproductiva para dar
contención y apoyo a la decisión de la mujer respecto a la interrupción de su
embarazo,
Dice
más adelante que el equipo deberá abstenerse de autorizar o denegar. Pero si
debe estar preparado para apoyar la decisión de interrumpir.
Frente
al dilema, la soledad, el desamparo que enfrenta la mujer. El Estado se prepara
y mandata a los profesionales o los servicios de salud a apoyar la idea de
interrupción, la idea de aborto. La mujer que se coloca en la zona de duda se
va a estar colocando en la boca de un embudo que la va a estar dirigiendo y
apoyando a introducirse en él hacia ese acontecimiento trágico que marcará su
vida.
La
mujer como víctima luego de aborto. La soledad, el desamparo, el trauma
posterior no es tenido en cuenta para nada en la ley. Luego del aborto, esa
mujer con mil dudas, dilemas y debilidades, se transformará en el mejor de los
casos en una cifra en el registro que prevé la ley, pero no está previsto el
apoyo necesario la contención para ella.
Incluso se llegó a desconocer en el seno de la comisión la existencia del
llamado Síndrome Post Aborto.
Investigadores
plantean que para la mayoría de las mujeres destruir una vida no es simplemente
un asalto a su matriz, sino un asalto a su psiquis.
La
Real Academia de Obstetricia de Inglaterra informa que las posibilidades de
problemas psiquiátricos graves y permanentes después de un aborto pueden
alcanzar hasta el 59 % de las madres.
En
las consultas psicoterapéuticas de mujeres que han provocado un aborto, sí se
manifiestan consecuencias negativas. Estas se conocen con el nombre de
“Síndrome Post Aborto”, y consisten en: Depresión, Intento de Autoeliminación,
gran ansiedad, sentimiento muy fuerte de culpa, incapacidad de perdonarse,
empeoramiento de dificultades psiquiátricas- si ya las tenían-, abuso de
alcohol y drogas, insomnio, pesadillas, separación de su pareja y divorcio,
sobreprotección o rechazo de los hijos, fobias, problemas académicos y
laborales y dificultades en general con las relaciones de todo tipo.
La
mujer luego de pasar por el aborto y con la gran posibilidad de todas o algunas
de estas terribles secuelas como se encuentra: la respuesta de este proyecto es:
SOLA.
La
mujer como víctima no sólo se circunscribe a la madre, la mujer como víctima de
un proceso de selección. Hay estudios en Europa que revelan un descenso grave
de la tasa de natalidad y en aquellos países donde se ha despenalizado,
legalizado y posteriormente promovido el aborto, se registra un alarmante
descenso de natalidad pero acentuado en las mujeres. Nacen menos mujeres que
hombres contrariando las leyes naturales y concluyendo que hay un proceso de
selección de abortos que tiene como víctima – vaya paradoja- a la mujer.
Se
vienen promoviendo desde hace algún tiempo- como lo dijimos anteriormente las
políticas sexuales y reproductivas que luego derivan en los llamados derechos
sexuales y reproductivos.
Promocionados
en todo el mundo y hasta aquí en nuestros despachos en costosas impresiones
financiadas todas por el Fondo de Población de Naciones Unidas, la PNUD, la
Fundación Ford.
Se
establece en esas publicaciones la premisa que promueven como “derecho a
servicios seguros de aborto brindados con calidad y con respeto”.
El
mensaje que se propaga es en consonancia con una nueva cultura, con una nueva
escala de valores que deja por el camino la responsabilidad. “Haga lo que
quiera con la mayor y absoluta libertad y luego puede incluso- si quiere-
deshacerse de las consecuencias, aunque ésta sea una vida humana”.
Claro
que en muchas circunstancias, el seguir adelante con un embarazo no deseado, no
planificado, genera dificultades y penurias. Y ahí decimos con mayor firmeza,
como sociedad tenemos que hacernos responsables. Esto no se termina ni empieza
con el No al Aborto. Debemos tener políticas serias de contención y apoyo a la
maternidad.
Recibí
hace algunas horas un mensaje privado por redes sociales de una abuela que me
cuenta la dificultad que vivió con su hija, de 17 años, quien quedó embarazada
y a pesar de todas las dificultades y rechazos siguió adelante con el mismo. La
falta de planificación derivó en que esa adolescente tuvo que dejar sus
estudios, su vida se tornó muy difícil y después de 3 años esa joven se
encuentra frente a una sociedad que no le permite seguir estudiando, le cuesta
trabajar sin convertirse en una madre ausente, cuestionada por la misma
sociedad que no le da auxilio.
La
situación actual no está bien. Debemos hacer cambios. Tal vez en la
legislación. Está en el parlamento el proyecto impulsado por el diputado Trobo
y presentado por legisladores de varios partidos de Promoción Solidaria de la
Vida. La Mujer, el Niño y la Familia. Sería estratégico y fundamental para el
futuro mismo de nuestra Nación que estudiáramos y aprobáramos ese proyecto.
Pero
no sólo con cambio de leyes se arreglan las cosas. Debemos tener como Estado
políticas decididas en apoyo a la maternidad y a la niñez vulnerable.
Por
la comisión desfilaron varias organizaciones, pero yo voy a mencionar apenas
tres Cemur, Ceproidh y Madrinas por la Vida. Tres organizaciones que trabajan
en contención, en apoyo, asesoramiento profesional, amparo físico, en auxilio
de todo tipo para aquellas madres embarazadas en situación de desamparo. Saben
que reciben del Estado estas organizaciones: NADA.
Voy
a señalar aquí algo que seguramente será la experiencia de muchos aquí mismo en
esta Sala. El 27 de mayo de 1998 me convertí por primera vez en padre. Esa
misma noche mientras mi esposa descansaba y yo sostenía a esa pequeña e
indefensa criatura, experimenté por primera vez unos de los sentimientos más
puros que un ser humano puede sentir, el amor de padre. Si en ese momento me
hubieran pedido un órgano vital, sin él cuál yo no hubiera podido seguir
viviendo, se lo hubiera dado.
Me
pregunto y les pido que reflexionemos, que diferencia podría haber entre esa
niña que tenía en brazos y la misma criatura unas horas antes, unos días antes,
unas semanas antes, la respuesta es ninguna.
Como
dice el texto del veto del Poder Ejecutivo a la Ley de Salud Sexual y
Reproductiva de 2008 “el verdadero grado de civilización de una nación se mide
por cómo se protege a los más necesitados. Por eso se debe proteger más a los
más débiles. Porque el criterio no es ya el valor del sujeto en función de los
afectos que suscita en los demás, o de la utilidad que presta sino el valor que
resulta de su mera existencia”.
Quisiera
terminar con las palabas a las que ya aludió el diputado Javier García de una
canción de nuestro canto popular “se precisan niños para amanecer” y voy a
agregar aquellas estrofas que dicen “por los chiquitos que faltan, por los
chiquitos que vienen, Uruguayos nunca más…”.
Nunca más aborto, nunca más desprotección de
aquellos que no pueden protegerse a sí mismos.
Gerardo Amarilla
Representante Nacional
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