SEÑOR AMARILLA.- No voy ser muy extenso en este momento porque sé que la discusión
va a seguir y tendremos la posibilidad de analizar algunos aspectos puntuales
cuando se considere el articulado.
Concurrí
a la primera etapa de la Comisión, que no tenía fines legislativos ya que se
estudiaba el informe, y quedé gratamente sorprendido por la manera en que el
Parlamento encaró el trabajo, en el momento en que lo encaró y por el espíritu
con que lo llevamos adelante. No sé si nosotros hemos evaluado el valor de la
información que el Parlamento ha recogido. Quizás sería meritorio pensar en
algún tipo de publicación con toda la información e investigación que se volcó
en esta Comisión durante estos dos años y medio de trabajo.
Evidentemente,
estamos ante un proyecto de ley vinculado directamente con una política que se
plantea desde algunos sectores del Partido de Gobierno, fundada en alguna
corriente internacional ‑como decía el señor Diputado Orrico‑, que básicamente
es la política de reducción de daños. Esto es producto de un pensamiento
general sobre cómo abordar el tema de la adicción.
Coincido
en que la política de reducción de oferta, sobre todo focalizada en la
represión y en la prohibición, evidentemente no va a dar resultados. Si a una
mesa solo le ponemos una pata, siempre se va a caer. Si no fortalecemos algún
otro elemento, si solo nos dedicamos a eso, si solo hay dinero para eso, si
solo somos efectivos en eso, la droga por algún lado va a entrar. No es que esa
sea la causa del fracaso, sino que sola y aislada no tenía razón de ser. La
reducción de la demanda nunca ha sido encarada seriamente en este país ‑capaz
que algún otro país lo encaró‑ y hago un "mea culpa" por el Partido
Nacional; también podría cuestionar a Gobiernos del Partido Colorado. Esto no
es exclusivo de este Gobierno. No se ha encarado seriamente la prevención, la
educación ni la disuasión del consumo. Este tema tiene varias aristas, pero hay
uno que es fundamental de Salud Pública. ¿Precisamos un cambio porque estamos
mal? Sí; estoy totalmente de acuerdo. ¿Podemos experimentar con el cambio?
¿Podemos jugarnos a una aventura en la que tal vez condenemos a una generación
entera? No lo sé. Cada familia, cada barrio, cada ciudad viven un drama
vinculado con la inseguridad, lo que en algún momento discutimos con algún
colega de la Cámara. Después, los datos que fueron surgiendo nos fueron dando
la razón ‑razón que yo apreciaba en la baranda del Juzgado‑: que la mayoría de
los delitos tienen que ver con el consumo de drogas o con su efecto.
El
otro día, el señor Diputado Sabini hablaba de que uno de cada tres reclusos
está allí por un tema vinculado con la droga. A principio del Ejercicio, la
Junta Nacional de Drogas nos dio una información: doscientos treinta mil
uruguayos tienen uso problemático de alcohol, cincuenta y dos mil tienen uso
problemático de fármacos y veintiocho mil tiene uso problemático de cannabis.
Seis meses después, salió otra encuesta, también de la Junta Nacional de
Drogas, que complicaba un poco estas cifras oficiales porque hablaba de que en
el último año solo doscientos mil jóvenes se habían intoxicado con alcohol. O
sea que esas doscientas treinta mil personas que tenían uso problemático de
alcohol en general se vieron contrastadas con esos doscientos mil jóvenes
intoxicados, a no ser que solo treinta mil adultos tengan uso problemático de alcohol. Evidentemente, creo que
estas cifras están un poquito desinfladas o las mediciones que se han hecho no
han abordado la grandeza del problema.
Observen los señores Diputados que
el alcohol es la primera droga de uso problemático y, en segundo lugar, están
los fármacos, es decir, las drogas legales, reguladas, que se venden en
farmacias, en expendios, con receta, que se controla que no se venda a menores,
etcétera. Entonces, regulando el cannabis, ¿resolvemos el problema de su uso
problemático? ¿O tal vez esa cifra de consumidores de cannabis, que está en
28.000 se va a acercar a las otras dos, que son legales y controladas?
Hace tiempo que se está planteando
un nuevo desafío en cuanto a las políticas públicas. Yo vine con la cabeza bien
abierta, para ver por dónde podíamos encarar el problema. Evidentemente, vemos
un problema; no nos podemos quedar con lo que está o con lo que estaba. Ahora,
frente al nuevo desafío, el hoy Secretario de la Junta Nacional de Drogas,
Julio Calzada ya planteaba hacia dónde ir años atrás, cuando era Director de El
Abrojo. Decía que había que abrir la cabeza, que no podíamos decir más que la
droga te mata, que teníamos que terminar con el combate a la droga, con el
knock-out a las drogas, con la guerra a la droga, que ahora tenemos que
convivir con las drogas. Inclusive, hubo denuncias públicas de que personas de
El Abrojo repartían marihuana para que la gente viera lo que era la marihuana
de calidad, para que consumieran la buena. Ese es un planteo que viene desde
hace un tiempo, que no es de ahora. Hay una línea de trabajo en ese sentido.
Quien realmente me motivó en el tema
‑me gusta cuando me desafía una persona que está bien lejos de mí para, de
alguna forma, revisar mis principios; me considero un revolucionario, porque
cada día intento revisar todo lo que yo creo, pienso o siento para ver si estoy
en lo correcto e intento fundamentármelo para ver si tengo que seguir en ese
camino o cambiar de rumbo‑ fue el sociólogo Rafael Bayce, quien me impactó.
Creo que nos impactó a todos cuando planteó que de ninguna manera estaba
dispuesto a contribuir o a colaborar en la reducción de la demanda. Dijo que
teníamos que informar pero, de ninguna forma, desalentar al consumo. Ante la
pregunta del señor Diputado Iturralde Viñas, el sociólogo Bayce lo dejó pálido
cuando le respondió que por qué no legalizar la pasta base, si hoy los jóvenes
se están muriendo en una vida gris, sin futuro. Entonces, ¿por qué no morir con
un poquito de euforia y disfrutando un poquito la vida antes de morirse? Me
acuerdo de la cara del señor Diputado Iturralde Viñas, que no podía creer lo
que le estaba respondiendo el sociólogo Rafael Bayce, para algunos un fenómeno.
Es una visión de la vida.
Hemos debatido con mucho respeto con
el señor Diputado Sabini y hasta le he tomado cariño en estos años de trabajo,
aunque tengamos posiciones muy diferentes. Al principio del debate él me decía
que todavía no estábamos preparados para vender. Pero, si lo vas a legalizar,
¿por qué sacarlo del comercio de los hombres y de la posibilidad de hacer un
negocio? Hace dos años, en radio "El Sodre" el señor Diputado Sabini
me decía que no estábamos preparados como sociedad para venderla. Hoy el tema
ya está planteado. Yo también le decía que por qué no usamos para la cocaína
los mismos argumentos que utilizamos para la marihuana: produzcamos cocaína de
calidad. ¿Por qué no producir pasta base de calidad? Un periodista mexicano me
dijo que la pasta base es un veneno. Y yo le respondí: "Sos un poquito
conservador, menos que yo, pero sos". ¿Por qué no dar la opción a la
gente, en su libertad, invocando el artículo 10, que tanto se alega ‑que yo
creo que no es así‑ de que se autoflagele a sí mismo, de que se autodestruya a
sí mismo? Si se decide matar a sí mismo, es parte de su libertad. ¿Cuál es el
daño a terceros? Además, si el tipo se mata lo más rápido posible, el único
daño es el pago de los gastos fúnebres porque, en definitiva, el otro daño es
terrible, el que queda latente durante mucho tiempo, el que le genera a la
madre que le tiene que pagar los estudios médicos, la delincuencia en la que
incurre y todos los daños que provoca a la sociedad. ¿Dicen que son actos que
no perjudican a terceros? Yo les diría que hablen con una de esas madres que
están desesperadas. Primero, su hijo le saca dinero a ella, luego falta alguna
cosita en la casa ‑al principio, lo niega‑, después le falta a alguien de la
familia, luego al vecino y más tarde va desesperada al Juzgado para que lo
pongan preso: no quiere hacerlo, pero no hay otro mecanismo para internarlo.
¡Digan a esa madre que no hay daño contra terceros, que es la libertad del
individuo ‑establecida en el artículo 10‑ y que no daña a nadie!
Me dicen que hay mucha gente que
consume marihuana y que no llega a esos extremos. Está bien, es verdad, pero
¿qué pasa con los chicos que están internados? Me he tomado el tiempo de hablar
con muchos, y todos comenzaron consumiendo marihuana. Un sociólogo, sentado
acá, me dijo: "Sí, pero también empezaron tomando leche". Es verdad
pero, en realidad, la relación adictiva la empezaron con el cannabis, cruzando
ese límite.
También vino aquí un psicólogo con
la postura de que la idea era buscar un consumo más saludable. Asimismo, me
impactaron algunos informes que leí de algunos médicos, acerca de cuál es el
consumo más saludable o menos nocivo.
Se legaliza la producción y la
venta. No tengamos miedo a las palabras. Sucede lo mismo que con el tema del
aborto: se trataron de evitar determinados términos, pero se legaliza la
producción y comercio de la marihuana. No es que el consumo sea legal, pero no
se penaliza al consumidor, porque se entiende que es una persona que tiene un
problema de salud, una enfermedad, una adicción y que, en realidad, hay que
tratarlo y no penarlo.
Hay mucha información sobre el tema
de la marihuana. Se ha hablado de la esquizofrenia y de los problemas
psiquiátricos, de los diferentes tipos de cáncer, de los efectos que tiene en
el cerebro, de los efectos amotivacionales, de la lentitud de reacción,
etcétera. Hay información médica de todo tipo y muy valiosa.
En cuanto al tema de la inseguridad,
hay datos. Hay estudios financiados por la OEA, que se han publicado en
Uruguay, sobre todo el tema de la inseguridad generada y promovida por las
drogas.
También se ha hablado de los
valores. No sé si los señores Diputados recuerdan un informe que dio el
economista Salas, quien habló sobre los valores de los jóvenes que consumían
con respecto a los que no lo hacían. Se podía decir que eran distintos. No sé
si es que los que no tiene valores, consumen, pero realmente impacta ver hacia
dónde apuntan los valores, cuál es la expectativa de vida del joven consumidor
con respecto al no consumidor, cuáles son sus límites respecto a los bienes de
los padres, etcétera. No les parecía mal robar a sus padres si una vez por mes
les decían que les sacaban dinero. Esto afecta todo el sistema de valores. No
quisiera pasar por alto esto; por lo menos, quisiera dejar constancia en la
versión taquigráfica de que hay un informe muy importante al respecto, que
ojalá lo pudiéramos difundir.
En cuanto al tema de la
comercialización, en su momento dije que cuando pasa al comercio de los
hombres, cuál es la lógica del comerciante: vender más y ganar dinero. Es la
lógica comercial; no pongamos otras lógicas a los comerciantes, sean
farmacéuticos, supermercadistas o quiosqueros. Es hacer negocio. Cuanto más
vendan, mejor, con publicidad o sin ella; con precios altos o con impuestos.
¿Cuál es el centro del tema? ¿Cuál es la prioridad que debemos tener como representantes
de la sociedad frente a un tema que la está afectando gravemente? ¿Cuál es el
bien tutelado ahí? ¿Es la libertad, es el placer, es la salud, es el mejor
desarrollo del ser humano para el futuro? En el centro pongo a uno de mis
hijos, como joven. ¿Qué quiero planificar para él? ¿Qué normas quiero que tenga
en su vida? Yo pongo al ser humano en el centro.
¿Qué
estamos arriesgando con esto? Creo que estamos arriesgando muchísimo. Tengo la
sensación de que estamos jugando con fuego. Y lo digo con respeto; creo que
siempre me he dirigido con respeto hacia quienes piensan distinto en este y en
todos los temas. Creo que estamos jugando con fuego. Tal vez pensado que esta
pueda ser una salida para cambiar la realidad, nos estemos enterrando. Lo que
pasa es que debemos estar dispuestos a enterrar una generación y después darnos
cuenta de que nos equivocamos, de que no vamos a terminar con el mercado negro
sino que va a seguir, que van a jugar con los precios y con las sustancias Y
vamos a ver que se va a dar un aumento del consumo y que estos 56.000 que decía
la Junta Nacional de Drogas tal vez dentro de uno o dos años sean 100.000.
Se
dice que se están blanqueando algunas cosas, pero no sé; tengo miedo de que
estemos jugando con fuego. La Constitución de la República dice que el Estado
combatirá los vicios sociales. ¿Los estamos combatiendo con este proyecto? ¿O
vamos a terminar flexibilizando las normas, tal como se dice ‑hasta ahí estamos
de acuerdo‑ y, a mi juicio, bajamos los brazos, nos damos por vencidos, nos
están invadiendo y corremos el límite, salvaguardamos lo que tenemos y dejamos
que, de alguna manera, avance el consumo? Porque el problema no es quién vende
o produce, sino que hay mucha gente que consume.
Yo
apelo a algo que comenté al Presidente de la Comisión cuando nos visitó en
Rivera, en cuanto a que hay una lógica en el tema y en cómo enfrentar estos
problemas sociales que se planteó antes que lo de Al Capone y del
prohibicionismo de Nixon, que a mí me gustó mucho y que tiene que ver con cómo
encararon los chinos la guerra del opio. ¿Por qué encararon la guerra del opio?
Habría que estudiar un poquito eso. ¿El emperador chino quería sacar el negocio
a los ingleses? No; no le interesaba el negocio de las amapolas. Que los
ingleses querían comerciar y equilibrar la balanza comercial a costa de
cualquier cosa es verdad. Pero cuando el Primer Ministro chino le escribió una
carta en nombre del Emperador a la Reina Victoria dejó bien claro cuál era el
tema. Había un grupo de malhechores que estaban produciendo e
inescrupulosamente ingresaban esa sustancia a China ‑aquí, con palabras más
actuales, hay unos nabos que han decidido autodestruirse a sí mismos‑ y el
Emperador no iba a tolerar más eso. Estaban viendo que había un porcentaje
importante ‑no recuerdo si un 10% o un 20%‑ que estaba consumiendo opio,
entonces no iban a tolerar más eso y prenderían fuego los barcos, etcétera y
ahí empezó todo el lío que después terminó con Hong Kong y con algún Banco, con
sucursal en Montevideo, que empezó a ganar dinero en esa época.
Se
trata de cómo tratamos un problema como sociedad. Al principio dijimos que
estaban las sustancias lícitas y las no lícitas y que también debíamos discutir
los otros temas, como también adicciones que no tienen que ver con sustancias,
sino con prácticas, relacionadas con los equipos electrónicos, las maquinitas
de juego, la ludopatía. Pero el asunto es que de esta manera estamos dando una
señal para un tema particular, respondiendo a un planteo de algunos ciudadanos
que, evidentemente, quieren que saquemos esta ley, y también estamos dando un
mensaje para todo lo demás.
El
artículo 10 establece la libertad y expresa que estarán exentas del poder de
los magistrados aquellas conductas que no afecten a terceros ni al orden
público. ¿Pero esto realmente no afecta a terceros? ¿Tenemos una visión
solamente individual e individualista del consumidor y este puede hacer lo que
quiera? Yo creo que nos estamos dando cuenta de que esto está afectando a
terceros, a la salud pública, a la seguridad pública, a la familia y que
contribuye a la desintegración familiar.
Habría
mucho más para decir pero finalizo por acá y, en todo caso, cuando analicemos
el articulado me gustaría profundizar algunos asuntos con respecto a la
sustancia, que nos puedan arrojar un poco más de luz, tal vez con la esperanza
de que podamos revisar en parte, por lo menos, lo que hoy se está presentando.